La mujer que ungió los pies de Jesús


SU CARÁCTER:
Ella era una pecadora conocida, posiblemente una prostituta o una adúltera. En lugar de intentar defender lo indefendible en su vida, admitió su pecado y se puso en evidencia al realizar un apasionado despliegue de amor y gratitud.

SU DOLOR:
Haber ofendido a Dios de un modo tan grave.


SU GOZO:
Que Jesús perdonara sus pecados y la elogiará por su gran fe y amor.

ESCRITURA CLAVE: Lucas 7:36–50

LA PROMESA QUE RECIBE
Seamos sinceros; muchos de nosotros reaccionaríamos ante esta mujer pecadora del mismo modo que el fariseo. Es más fácil mirar a las personas, cuya vida ha sido devastada por el pecado, juzgándolas que mostrándoles amor. Pero Jesús los miró a ella y a Simón y vio lo mismo en ambos: su necesidad de perdón. Y los perdonó con generosidad. No sabemos cuál fue la respuesta de Simón a Jesús, pero la de la mujer resulta evidente por sus lágrimas y besos.
Esta historia no se incluyó en las Escrituras solo para que veamos el perdón que
se le concedió a una mujer pecadora; se incluyó para que podamos descubrir que, independientemente de lo pecadores, quebrantados y atrincherados en el error que estemos, el perdón está a nuestra disposición si solo lo buscamos con fe; él lo prometió.



PROMESAS EN LAS ESCRITURAS PARA TI


11 Por el honor de tu nombre, oh Señor,

    perdona mis pecados, que son muchos.

-SALMOS 25:11


Aunque nuestros pecados nos abruman,

    tú los perdonas todos

-SALMOS 65:3

43 De él dan testimonio todos los profetas cuando dicen que a todo el que cree en él se le perdonarán los pecados por medio de su nombre.
-HECHOS 10:43

Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados.Él desbordó su bondad sobre nosotros junto con toda la sabiduría y el entendimiento.
-EFESIOS 1:7-8

13 Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado, 14 quien compró nuestra libertad[c] y perdonó nuestros pecados.
-COLOSENSES 1:13-14



REFLEXIÓN

La Escritura no dice concretamente qué pecados cometió esta mujer. Pero muchos eruditos han llegado a la conclusión de que ella era prostituta. ¡Qué final produjo ella para una fiesta muy correcta! Los invitados probablemente  hablasen de ello durante días, si no también por semanas, y se preguntasen sobre Jesús, el hombre que la perdonó.

Para Jesús, estaba claro: no es cuánta cantidad de fe puedas aportar a una relación con Él, es cuánto perdón recibes cuando pones tus pecados a sus pies.
Lo que fue cierto para esta mujer pecadora es también cierto para nosotras. ¿Estamos nosotras, como Simón, sentadas orgullosamente sobre nuestra fe, pensando en que nuestras buenas obras conducen a la salvación? Si es así, ¡Cuidado! 

Nuestras buenas obras son como trapos de inmundicia para nuestro perfecto Señor (Isaías 64:6). Nunca nos llevarán al cielo.
Pero sí, como esta mujer, acudimos a Jesús conscientes de lo horroroso de nuestros pecados, pidiéndole que nos perdone, nuestras vidas son hechas nuevas de una manera que Simón, el orgulloso fariseo, puede que nunca haya conocido.
¿Quién somos nosotras en esta historia? ¿Simón y sus invitados? ¿O la mujer perdonada?

Dele gracias a Dios por las maneras que puede mostrarse comprensivo en
su vida y porque Dios todavía está dispuesto a perdonarla, sin que importe con cuánta frecuencia o cuán seriamente haya pecado.
Confiesele cualquier rastro de sentido de justicia propia que se haya deslizado en su vida.
Pídale a Dios que la proteja del orgullo, para que pueda darse cuenta de sus pecados y creer que él desea perdonarla y que tiene poder para hacerlo.


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